miércoles, septiembre 06, 2006

E-mail de una amante - 30


Robame los textos, los besos, los suspiros, la caricias, los orgasmos, los jadeos, las miradas, la saliva, la transpiración, los espasmos, (mis fideos), mis temblores,alguna queja,todos los placeres. Que lo que se entrega gozosa, no se roba...
Mil besos de lunes. Lunes tan frìo, tan frìo...
X.

E-mail de una amante - 29


¡Buen viaje! Pasálo genialmente bien, hacé miles de fotos y descubrí mil glorias para el cuerpo y el espíritu.
Fue para mí una gratísima sorpresa del destino haberte reencontrado, cosa con la que no contaba ni por la más remota casualidad del mundo. Sos extremadamente generosa al brindar placer. Casi como si te enorgullecieras de mi capacidad disfrute. Logro establecer con vos un cierto aire sacro (no desconcentrar, no interrumpir, pura ofrenda) en cada encuentro que me parece formidable. Me divierten tus códigos, me gusta tu cosa lúdica. Me perturbás gratísimamente el cuerpo, me estimulás la cabeza: de esa manera el combo resulta explosivo. Así la pluma va y dale que va.

Quedan algunos terrenos por explorar y qué bueno que así sea. Me seducen tus juguetes.¿Decías que no nos imaginabas en el cine? Mmmmm, qué poca fe, como si ignoraras las fantasías que abren los otros espacios.¿Querés una muestra? Ahí va un botón. Mejor dicho, una mostacilla. Creo que hasta hay foto del evento...

X / s.w.c (small wild cat)

p.s. parece que la humedad de hoy había alterado mi peinado. Me pregunta I. si me había cortado el pelo... y yo muero de risa al recordar tu performance-coiffeure.

X

Por qué no habría que ver Casablanca


¿Situaciones arriesgadas? A ver, a ver... Bien sabés que me gusta el cine y aquí regreso a mi buena y linda Sylvie. En verano solíamos ir a La Villette, donde por la noche había cine “a plein air”. Viajábamos a la tardecita en el metro, rigurosamente envueltas en una manta (el piso no solía ser muy confortable y las noches se ponían más que frescas), muertas de risa y con un cargamento de leetchees que debían durarnos toda la expedición, la película y el regreso a casa. Ya de regreso quedaba el torneo que se planteaba al escupir los carozos... No hay cómo explicarlo, Francia es la capital de la cultura.
Bien, la Villette queda casi en las puertas de París. Desde République hay como media hora de viaje. Muy necesario para ir caldeando los ánimos y disponernos a casi no ver la película en cuestión (vieja, vieja, viejísima, pero como por allí no hay video clubes, todos siguen al rebaño y ven reliquias en el cine). En verano hay luz hasta casi las 9 de la noche. Esa tarde, hicimos la cola, entramos al parque. Decidimos un lugar para echarnos sobre el pasto según normas exigentes: pocos tipos, pocos mirones, pocas familias. Es decir, nos metimos en la zona que nos resultó más “del ambiente”. Cerca de nosotros había un grupo de chilenos que ya estaban tan puestos que no resultaban amenazantes, ni siquiera para ellos mismos.
La noche empezó cerrarse. Maravilloso mirarla acostada panza arriba sobre la manta... cielo muy oscuro de verano y mil estrellas. Pero, problema: si usaba mi manta para acostarme encima, no tendría con qué taparme. Una arquitecta siempre es útil en esos casos que requieren del orden mental y la practicidad. La solución estaba al alcance de la mano: debíamos acostarnos juntas sobre mi manta y compartir la otra (de una aerolínea tailandesa) para taparnos. Siempre estuve dispuesta al sacrificio, por lo tanto acepté. No diría que gustosa... más bien totalmente perturbada por el deseo de “acostarnos” juntas en esa cama improvisada y a la vista de todo el mundo. H. Bogart le decía algo a alguien que no importaba en lo más mínimo. Yo contaba estrellas y procuraba no mirarla. Sólo la sentía, tibia, al costado. Casi no la rozaba, pero podía sentir su calor y alguna cosquilla del vello de su brazo. Yo estaba con mi “uniforme de viaje” de aquella época: una camiseta blanca que ya comenzaba quedarme medio corta por las innumerables lavadas, bombachas de campo beige que me quedaban poco más debajo de la cintura. Me llegaban a la cadera, para decirlo con justicia –insólito en aquella época: toda una pionera en pantalones de tiro bajo-. Completaba el atuendo con algunos collares de mostacillas multicolores. Y ellos fueron la piedra del escándalo. Al levantar una mano y querer acomodarme mejor, enganché una vuelta de uno de los collares y las cuentitas salieron volando por los aires. Sylvie y yo quedamos bañadas de mostacillas. Ella me dijo que no me moviera, que ella se encargaría de juntarlas para que el collar no terminara de desarmarse (Tu reste, laisse moi faire!!). Yo me quedé quietísima, sobre todo al sentir dos de sus dedos en el borde de mi escote (púdico, redondo, blanco) intentando el rescate. La dejé hacer. Cinco ó seis cuentas fueron salvadas. Debajo de mi nuca, enredado con el pelo, continuaba el derrumbe. Después del paso de su mano, siete u ocho mostacillas habían sido rescatadas. ¿Pero quién me rescataba a mí de ese contacto que me llenaba de delectación? El safari de “Save the necklace“ continuaba. La meta era el hueco de la axila derecha. Apenas me rozó el pecho. Claramente se veía una intrusión de cristalitos azules y verdes. Otros, rojos, amarillos y negros corriendo por mi costado hasta llegar a la cintura (descubierta en el abandono de la camiseta traidora).
Sylvie tenía manos fuertes, prácticas, inteligentes. Manos con alguna de la delicadeza propia de la mujer y algo de la simpleza y descuido del adolescente. Manos encantadoras, manos deseables. Tenía la piel muy bronceada. Al menos muy bronceada para la tez de una rubia. Y noté el contraste al ver su dedo índice color dorado intenso contra mi ombligo pálido que venía del invierno austral. Recorrió todo la cintura del pantalón, primero bordeando la tela y luego ajustándose a la línea que hacía de divisoria entre el pespunte y mi piel; más tarde, en una tercera vuelta que me resultó penosa en el deseo más puro, repasó el camino ya hecho, pero debajo de la tela. Imposible seguir en la contemplación del cielo (¡estaba EN el cielo!), la miré y recibí el guiño de un ojo celeste y hermoso: “On continnue?”. Casi se me escapa un “je t´en prie”. Los chilenos gritaban en franco-chileno que Casablanca no quedaba en Africa y que vivachilecarajo. Ni por enterados de la cercanía con el paraíso. La bella pragmática, se apostó contra mí (inmóvil, fascinada) apoyada sobre su codo izquierdo, que le sería operado tres meses más tarde y me daría excusa para viajar nuevamente y cuidarla. En aparente concentración fílmica, tiró de la manta para cubrirnos hasta donde el pudor lo señalaba y sonrió. Ya estaba oscuro y Sam estaba sentado al piano, tocando, as usual.
Pasé uno de mis brazos debajo de la nuca y el otro se lo ofrecí a ella para que apoyara la cabeza. Nadie miraba, todos estaban absortos en la pantalla. Pobres mortales. Sentía el aire tibio que la dejaba sobre mi mejilla. Arrobada como nunca, me relajé. Ella seguía recorriéndome la franja de piel que aparecía entre la camiseta y el pantalón. Después la mano siguió, ambiciosa, hasta el hueso de la cadera. Rozó uno de los bolsillos y jugueteó con los botones. El de la cintura apareció como un desafío de... poco segundos. Luego siguió el otro y el último. El próximo límite era ofrecido por el elástico de mi bikini. Me acercó la boca a la oreja y pidió el permiso reglamentario (“Vous permettez?”). Respondí un ruego y levanté una de las rodillas para que nada moldeara el escándalo. Sentí la palma de su mano que se apoyaba y hacía un poco de presión en los escasos centímetros que quedaban libres por debajo de mi ombligo. Todas mis vísceras agradecieron ese contacto sabio y calculado para no dejarme ya vuelta atrás. Moví un poco las caderas, me acerqué más, di la venia para que la mano siguiera bajando y me acariciara la ingle. Apenas corrió un poco el elástico de la bombacha para poder seguir tocándome. Metáforas acuáticas varias: yo ya era río, cascada, un océano completo. Ingrid Bergman ya se las veía negras. Había que apurar el trámite porque terminaba la película. No hubo ni una palabra. Un dedo discreto y decidido hizo presión donde más convenía y me resultó casi imposible contener el jadeo. Pero la gente ya aplaudía (¿nos aplaudía?). Combiné el acto de sentarme y la última contracción, justo cuando comenzaban los títulos. Mi collar florecía ya por todo el césped de La Villette. Me terminé de incorporar y le dejé un beso distraído en la boca, como al pasar. Al pasar, digo, del cielo a la tierra y viceversa.

E-mail de una amante - 28


Escrito por X

(Cinco posibles)
2. El gusto
Seiner Mund, Zauberfluß...(Su boca, mágica fuente...) Goethe

Había algo frutal. No necesariamente dulce, un toque de plácida acidez que hacía percibir el sabor más rápidamente. Jugo, néctar. Se impone decir ambrosía. Un perfume delicado, imposible de catalogar, sólo propio de la naturaleza. Tal vez una flor, pero predominaba el gusto. Que arroba y perturba por que no se puede describir, al mismo tiempo que no deja de fascinar.

Así había reconocido ella el sabor de su saliva. Encontraba en la boca de la otra algo de salvaje (¿una fruta, una flor?), un sabor inefable, pero no por eso ausente de las sensaciones y la memoria. Por muchos años, ese recuerdo había sido apagado, opacado. Tal vez ni siquiera estaba ya en el recuerdo. O había sido guardado como las hojas o las flores entre las páginas de un libro: protegidos y posibles de ser admirados, pero por fuera de la vida, sólo amparados por la literatura.

Pero ahora lo había reconocido perfectamente. Habían vuelto a verse después de algunos años. Antes del encuentro que se imponía, ellas se habían escrito, se habían buscado desde las palabras. Las manos escribían lo que ellas no se decían todavía. Hubo besos escritos, que perturbaban pero siempre podían desvanecerse en el aire. Ella le contaba historias, las supuestas historias que compartirían después de haberse tocado, disfrutado. Después del simulacro de la batalla cuerpo a cuerpo. Ella le proponía a la otra pusiera la cabeza entre sus muslos para descansar, que apoyara la nuca en el hueco que le ofrecía su propia cadera (ya exhausta, ya sólo capaz de ofrecer cobijo y ternura mas no placer). Y le contaba de París y otros sabores, olores y músicas. De otras manos que la habían tocado. De otros disfrutes. Y, al quedarse sin palabras (ya desesperada, ya sin amparo posible de la escritura, ya como entumecida de deseo), le había propuesto que le acercara la boca para que pudieran besarse y le ofrecía el desafío de encontrar en su lengua qué resto había dejado el vino que poco antes habían compartido. Las palabras habían inventado el beso, pero las bocas no se habían tocado todavía. Ese beso nacido de la palabra había hecho que se sucedieran las promesas de explorarse mutuamente hasta quedar sin fuerzas: perderse, hundirse en la boca de la otra. Pero el deseo ya les pesaba casi dolorosamente sobre el cuerpo porque no quedaba registro de los sabores, la humedad de la otra.

Y se sucedió el encuentro. Sin voz, sin palabras. Curiosamente la boca dejó de ser sede del gusto para pasar a ser objeto de degustación de la otra. Y ahí se produjo esa extraña, singular confirmación. Ella supo que recordaba el sabor su saliva; notó que esa boca que se ofrecía resultaba suficiente para poder desplegar toda la gama de sensaciones que habían quedado adormiladas. Y ahí apareció esa mezcla de alguna fruta cítrica, la menta, alguna flor exuberante, delicada o casi transparente pero que al llevarla a la boca se presentaba exótica, inesperada. Y así, ese sabor abrió toda evocación.
Podría haber hecho ella la versión femenina, física y deseante del Proust que desde la magdalena humedecida en la cucharada de té puede recordar toda la infancia. Ahora, embebida en la saliva de la otra podía dejarse llevar tiempo atrás, a otras escenas, a otros disfrutes. Toda marca temporal se anulaba y sólo estaba la sensación demorada de esa boca sobre/dentro/en la suya. La memoria del cuerpo. El reinado del gusto.

E-mail de una amante - 27


De X

Cinco posibles: 4. La vista
Ich sah dich ja im Traume...
H. Heine

Astigmatismo: defecto del ojo que consiste en que no son igualmente refringentes en la dirección todos sus diámetros, lo que origina deformación o imprecisión de las imágenes por el alargamiento producido en una dirección. // Defecto de la visión debida a la curvatura irregular de la superficie de refracción del ojo.

Calidad no descriptiva de las imágenes ofrecidas por el ojo. Aparentemente, si me saco los anteojos, la cualidad “no refringente” de mi astigmatismo se volvería obstáculo para que te viera. Mucho antes de cada uno de nuestros encuentros, me despojo de todo elemento que pueda resultar peligroso para los gajes de amor: anillos, aros, el reloj, los anteojos. Si bien el contacto entre los cuerpos me quita todo deseo de saber en qué anda el exterior, la salida de escena de mis anteojos es algo que me inquieta: ¿si apareciera algo, un imprevisto, algo indispensable que yo debiera ver con claridad? La inquietud cede inmediatamente ante el primer beso. Ya entregada a los sentidos, la vista parece haber quedado en otro plano. Puedo ver lo importante en el cotidiano, ahora comienza una celebración. Reina el cuerpo. Mejor cerrar los ojos, y dejar que gusto y tacto se enseñoreen como corresponde. Hay que aguzar los sentidos y rogarle a la diosa-memoria que guarde cada uno de los rastros que deja en la una las caricias, los besos, las palabras de la otra. De todas formas sé que estás muy cerca. Puede haber variables, pero seguramente esté sentada a horcajadas sobre vos, con la respiración entrecortada y clavándote las uñas en la espalda porque no me cabe en el cuerpo tanto placer. ¿Cambiaría mucho la situación si te viera arriba o abajo mío?
Si me alejo, el ojo tiene su festival y propone la visión de conjunto de tu cuerpo, pero toda la piel se vuelve extrañamente ensimismada y solitaria. De cerca, tan de cerca como para que una boca pueda tragar ese jadeo otro que se me ofrece sobre los labios, de cerca el ojo se desconcierta y no llega a proponer el foco justo. Pero después, recién después de toda cabalgata, después de que la batalla ya haya terminado y de que hubiéramos abandonado toda coreografía para ser simplemente nosotras, recién ahí, me puedo tumbar sobre vos, alzar la cabeza o abrazarte y dedicarme a escrutarte. Si tengo suerte, tal vez estás ya dormida y en tu estado de indefensión se dibuja algo único. Ante la primera caricia en la mejilla sonreís desde lejos, agradeciendo desde algún escondrijo secreto y propio del sueño. Yo me quedo inmóvil, apenas respiro para que no se interrumpa la ceremonia de tu sueño y tu sonrisa. Ahí el ojo se vuelve benévolo. Cada línea, cada uno de tus contornos aparece totalmente dibujado y no existe la duda sobre tus formas. El sueño y la sonrisa parecerían dos caminos incompatibles, pero hasta el astigmatismo resulta burlado y yo lo veo.

E-mail de una amante - 26


Te corresponde, te pertenece, te ensalza, te menciona, te recuerda, te recrea, te imagina, te roza (apenísimas), te describe.
X

3."El tacto"
Ich wollte nur den Glanz ihrer Haut berühren B. Schlink, Der Leser
(- “Sólo quería tocar el brillo de su piel” B. Schlink, El lector)

Te siento extendida, completamente extendida sobre mí. Siento tu peso sobre mí. Apenas mis huesos te rozan. Te tomo por la cintura y te enlazo. Fuerte, en plena decisión. Como sumando mi fuerza a tu inspiración. Rogando que el camino de tu deseo sea largo y fructífero. Implorando que logres deslizarte sobre todas las sedas de oriente, te encarames a la más alta cuesta y te derrames nuevamente sobre mí, regresando en la sonrisa y el jadeo. Las gotas de tu sudor me bendicen cayendo desde los hombros, desde tu cintura. Yo soy la única y gloriosa receptora de tus ofrendas. Así como las lluvias torrenciales arrasan con toda la vegetación al caer por las laderas de las montañas, así yo te percibo arrobada en cada una de las gotas de sudor que caen sobre mí. Frías, perfectas, saladas. Podría decir desde la vulgaridad de literatura que son perlas. Pero negaría esos animalitos transparentes de aguas profundas, anémonas, flores de perfecta iridiscencia que se preocupan por nacer en cada uno de los rincones que dejan nuestros torsos al tocarse. La cuenca del ombligo, el contorno de la cintura, la línea del esternón. Siento cómo me toca el agua que te deja y me conmueve su golpeteo rítmico. Si esa danza nuestra propia del deseo no me lo impidiera, sólo moverías las caderas en la síncopa de las gotas que me tamborilean sobre la piel. Inédita música que vas destilando y que, curiosamente, no incumbe a los oídos sino al tacto. Si los gajes del sexo no nos hubieran llevado tan lejos, me detendría para reconocer la forma y frecuencia de esas dosis perfectas que ahora ya me recorren entera.
Pero te enlazo entre las piernas, mis muslos te marcan en la cintura la presión exacta para permitirte toda soberanía, elijo que mis caderas te sigan acompañando y en cálculo perfecto logramos que cada centímetro de piel y humedad pueda colmar a la otra.
Así me siento, una Dánae inédita y deseante, no fecundada por las monedas de oro en la lluvia de Júpiter (¿a quién le importaría?), sino alcanzada por el placer y rebautizada por la amante.
Ante la certera caída de los imperios, los muros, y el sol de cada día, nada se me compara a la gozosa maravilla de comprobar que las gotas de tu transpiración están cayendo sobre mí.

E-mail de una amante - 25


El gato chiquito está todavía más chiquito ya que pasó por su peluquería de confianza y lo tasquilaron un poquito. Gato con cortecito de pelo (muy necesario, los gatitos deben cuidar esos detalles, y desde enero no se hacía la coiffeure). Lo recortaron y entresacaron y plumerearon... y gatito quedó un muy, muy lindo, decontractée, con (menos) pelito y más corto. ji ji
Aquí le mando algo de lo prometido. Despierte cada sentido, que de eso se trata. Escuche, escuche...
Muchos besos que apenas la rocen, la yema de un dedo que apenas la acaricie, un poco de aliento apenas tibio que se le acerca a la nuca.
X
1. El oído
e questa sera carica d´inverno é ancora nostra
Salvatore Quasimodo

Muy poca luz, imposible admitir la intervención de los que está pasando afuera. Sólo hay una mancha pálida, tendida sobre la cama y un oído atento. Es ella, que cierra los ojos porque no vale la pena permitir la intromisión de la vista. Escucha atentísima los sonidos de una casa conocida pero ajena. Hay crujidos, algo de música, el viento golpea contra cada ventana. Y la espera, intentando desenmarañar, entre tanto sonido, el golpe muelle de esos otros pasos descalzos que rondaban la cama. Ella tendida sobre la cama, ojos casi cerrados y todos los sentidos en alerta, porque ante la falta de luz sólo la puede buscar, a la otra tan esperada, por la levedad de los pies descalzos y por la tibieza que impone su cuerpo al llegar. ¿Cómo va a justificar la proximidad, el roce, el jadeo que se escapa de una boca a la boca de la otra? Desde la cama, el cuerpo de ella se simplifica, se condensa, se disuelve. Ahora ya no hay piel, ni tacto, ni besos. Sólo un gran oído. La otra aparece agigantada en sus sonidos, en esos pasos que la llevan y traen alrededor de la cama en misiones aparentemente sin sentido, de una vanidad que casi podría estallar por sí sola.
Ese ir y venir propio de la vestal que cuida celosa del fuego, la aparente carencia de peso y, sobre todo, la tibieza que se va instalando como tercera en discordia entre las sábanas, le recordaban un pasado cercano, en el que sólo estaba la espera. Cuando ninguna contracción se ofrecía a las manos o a la boca de la otra, sino que sólo había palabras de un aliento entrecortado y cómplice. Palabras que están al acecho, penetran, se dibujan y amplifican entre dos que no se tocan y poco reflejan de la complicidad de la amistad. El tiempo había resuelto ese desajuste provisorio y ahora se enlazaban en la cama como si esto fuera un desafío inevitable. Y yacentes, inventaban la cabalgadura, la carrera, algún paseo que las dejara de pie y expuestas entre la gente, una montaña imponente por escalar, fronteras exigentes que atravesar, riesgos imposibles del camino. Todo desde la intimidad del abrazo protector de todo real.
Acostumbrada ya a la penumbra y a la espera, ella presiente de pronto la figura deseada que atraviesa el vano de la puerta. Los pasos se hacen cada vez más suaves. La otra ronda la cama como el animal a la presa, instala una pálida luminosidad, apenas un reflejo amarillento y reabre los caminos para las palabras. El ritual podría recomenzar en cualquier momento. Ya el oído no se fuerza, sino que naturalmente (¿no había sido desde siempre así?) se instala una conversación en semitonos cálidos. Ella, la otra, no la que yacía traduciendo sonidos a imágenes, sino la que había ido en mitad de la noche hacia algún exterior imperioso, se deja caer en la cama. Ya no sacerdotisas, ni sombras, ni sonidos; ni siquiera observadora y observada, ahora eran nuevamente una y la otra, urgentes y cercanas.

martes, septiembre 05, 2006

Juego de mensajes de texto III

Me escribe:
"Fascinated flirt /
fancy flower-cat (novedad botánica) /
fu...ng fabulous /
fairy F... /"

Respondo:
"Fab fckng / fab fairy /
flesh / furious bite /
follarte 1 y otra vez /
fantasearte / fanatizarte /
funny / fascinante / falo /
fuerza /"

Me escribe:
"Flatter me.
Je suis faiblesse et fragilite.
Flesh. Fascinated flesh.
Make me a fetish of your fingers."

Respondo:
"Little blue fish I'll bite your lips
& finally make U shout deeply"


Me escribe:
"Beauty. sky. skin. light. just flesh.
More than. if I'm remembering your
lips as U were my ernst entreaty of lust."

Juego de mensajes de texto II


Me escribe:

"Erect epiderm erotic
escort enveloped by U
enrich entity
entreaty: it's not enough"


Respondo:

"Endeavour /
endear/ endanger/

evil/ evocative/
exacerbate/"


Me escribe:

"Edit me
eat me
excite me epotically
(and then) with easy eulogy
easy vertu
erupt me like an elixir"


Respondo:

"Endeavour /
endear/ evil/ evocative/
exacerbate/"


Me escribe:

"Enchantement elsewhere esmerald's
empire ensnare me!"


lunes, septiembre 04, 2006

Rescate

Rescate de amor.

Rescato tu entrega. Tus brazos que me envuelven y me dan lo que perdí por otro lado.

Rescato un milagro.

Te rescato a vos entre miles.

Rescato mi alma que se veía perdida nuevamente.

Rescato mi alegría que se apagó esa tarde lluviosa cuando me dí cuenta que me quedé sin hojas y que mi cuento había terminado.

Rescato esta historia que no sabía que iba.

Rescato tus caricias, que las robo y me las guardo en mi memoria.

Rescato tus besos fundidos en mi piel.

Rescato tu mirada que me invade y me conmueve.

Rescato miles de estrellas que hasta ayer no sabía que estaban pero que hoy iluminan mucho más.

Esos besos que me mandás


Me gustó mucho los besos que me mandaste por mail...

"Besos,
(los mejores, los que te podrían abrir a toda un infinita gama de posibilidades: los que te divierten, los que te relajan y hacen dormir, los que te crispan y excitan, los que podrían llegar a hacerte doler, los que te hacen abrir como un flor, los que sólo sirven para despedirse, los que apenas me rozan y te dejan pensando, los que cualquiera envidiaría, los que sólo debemos darnos en público, los que más deseamos en privado, los que sólo yo sé dar, los que más me gusta escribir, los que vos más quieras recibir) ;) X "

viernes, septiembre 01, 2006

SMS


Excelente!!! Diría el señor Burns...con las manitos juntas y una sonrisa maquiavélica.

Es aquí donde decenas de mensajes de texto los tiro al aire, llenos de sexo. De célula en célula van saltando. Van regando un mar de redes que desconozco. Van compartiendo células con otros millones de texto que dan buenas, malas o insignificantes noticias, advertencias o simplemente preguntas. Lo nuestro es sexo embebido en SMSs. Textos breves y dos veces más directos y penetrantes.

En mi mano el celular se ilumina cada vez que me contestas. Y ahí se plantea el desafío de un juego seudo-sexo-intelectual. Una puja de cuerpos virtuales que flotan en un espacio sin definir. A la vista de miles de máquinas, operadores, y escuchas. No importa. Será alimento y alivio para muchos. Es juego como el que tenemos cada vez que nos encontramos y quedamos exhaustas.

Jugando con los mensajes de texto


Me escribe:

"dare-cat-devil/
dazzling detail/
dilettante dimension/
dragonfly/
dyou!"


Respondo:

"Daemon devil daze
dactil dildo dark
deep, Dios!,
dale nomás, dick, dyke"

Me escribe:

"Digital digress/
drooling (dildo!!!)/
dilate me/
discerning you"


Respondo:

"Deep and pushing"

Me escribe:

"Deep? Mmmm! Dame
De (tus besos ya)
(30 nenes miran)"


Respondo:

"30 little dicks?"

Me escribe:

"Das dias de
demorada dolcezza.
Dame despaciito
(dura +)"


Respondo:

"Doy duro y despacio
Duele? DIOS!
Dirty daisy darling"

Me escribe:

"Dirty daisy darling
(says): me recalienta
cogerte
alfabeticamente via
mje de tx"


Respondo:

"Despacito then.

Dick dyke says dark
deep are my
dreams and listening Dallas (!?)"

Me escribe:

"Dirty daisy darling
(says): I'm dribbling,
dreamlike dyke!
dominate me! do it!


Respondo:

"I'm dribbling with
your fluids"

Me escribe:

"And thanks God I'm
fucking U, babe.
If they want, we could
share the bed with.
I'm the horny
Daisy sisters+
Bilitis+U+me!"


Respondo:

"daughters of Bilitis envy me"

Me escribe:

"Mad about me? je je!
dribbling daisy
darling (asks)


Respondo:

"Driving miss daisy,
driving the rest mad"