jueves, mayo 18, 2006

E-mail de una amante - 19


Viernes escindido, múltiple.

Me pesan los párpados, un poco por la falta de sueño, otro poco por un deseo que perturba y pesa sobre ellos. O imeros enarges. O imerós enargués. El deseo que pesa sobre los párpados, decía la buena y vieja Safo.

Esta mañana, todavía me sentía abrazada/capturada entre tus sábanas, con la camisa a medio abrochar y con tus besos que nuevamente me colmaban. En un mismo tiempo se contrastaban la demanda del trabajo y los besos ardientes que llegaban desde el celular. Yo era la misma, pero con el recuerdo fresco de la presa sumisa, que al ser arrebatada por vos no hace más que confirmar hasta qué punto puede capturar. Como en una extraña cacería en la que los cuerpos se entrelazan en el consabido monstruo deseante de miembros varios. Y nosotras prescindimos de todo lo demás. Cazador y presa son una misma forma por una metamorfosis sagrada y sexuada. La boca sólo deja la otra boca para buscar palabras que provocan otros besos y más. Conscientes del dominio ejercido sobre el cuerpo de la otra, porque las manos nos lo explican, tensas y adaptadas al otro sexo, a los otros hombros, al otro cuello. Así veo el ademán de tu palma como un cuenco pero desprovisto de agua, que sólo se justifica y moldea acariciando mis caderas. Un cuenco sin agua, ya que el agua no nos calmaría esta sed. Esta manía febril que absurdamente no se apaga. Ardor que sólo cede ante el flujo y la saliva. Enlazáme por la cintura, así confirmamos que la remota expulsión del mundo, puede subsanarse desde tu abrazo.

Aunque no sea más que un hilo casi invisible, siempre queda en el otro cuerpo algo de la amante. Y ese rastro mínimo es el que permite la sabia memoria que nos guía, como una baba del diablo que me lleva directamente entre tus piernas.

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