Y sí. Pasó un montón de tiempo desde que nos conocimos. Ya hace como casi 10 años!! Siiii desde el '98. Encuentro. Amantes. Amigas (ya sé que no aplico, pero es mi términos con mis significados). Distancia por esas cosas de las vida. Algun que otro cruce casual. Reencuentro. Amantes nuevamente. Cada una por su lado. Cada una con lo suyo. Compartiendo cada tanto un encuentro, caricias y deseo.
Ella me lo recordó así:
Sí. Siempre me olvido que la primera vez fue en el Teatro Regio, viendo “Señorita Corazón” (pobre Gabriela Epumer, nuestra “hada madrina”, ya no es testigo de esto...). Nos presentaron. Me acerqué con mis hoyuelos de rigor y vestido celeste. Nos dimos un beso. La segunda vez, fue la ida al cine con D y S. “La camarera del Titanic”. Luego café y charla de las 4 en La Plaza. Luego, tus hondanadas de mensajes vía mail. Nuevo cine, las dos solas. Me hiciste ver Austin Powers por Liz Hurley. Yo me la banqué, pero por vos.
Me pasabas a buscar por todos lados. Siempre decías estar “por ahí”. Una tarde, yo había terminado de dar clases y te vi en la puerta, sonriente con anteojos negros. Me llevaste a la que iba a ser mi nueva casa. Estaba todavía vacía. Nos sentamos en el suelo. Desde allí, sin tocarnos ni un pelo me hablaste de vos, de tu familia, las mudanzas, los viajes... No tenía nada para ofrecerte en el depto minúsculo y vacío. Por eso fuimos a tu casa. Abriste tu freezer para ofrecerme el oro y el moro. Cominos rabas... pero no quisiste usar la mesa del comedor (en aquella época tenías mesa y sillas y mini-gym y ...), así que me llevaste junto con la bandejita a la cama. Te quitaste los anteojos y te miré de cerquita. Tomé al delantera desde la ironía: tenés las pupilas dilatadísimas, ¿sos miope, verdad? Tenías las pupilas dilatadas. Estabas tan deseosa de acercarte como yo. Bien sabía yo que la excitación dilataba las pupilas y aceleraba el pulso... Me incliné hacia atrás y quedé recostada sobre tus benditos almohadones. Te me acercaste. Creo que fui yo la que te di el primer beso. No estoy segura. Nos revolcamos desaforadamente el resto de la noche (no sé por qué, pero esa era época de vestidos, el de ese momento era de flores rojas. ¡¡Qué poco lo usé esa noche !!).
Y así comenzó la historia.
(Me callo, te acomodás y nos dormimos. Porque mi culo cabe perfectamente en tus caderas y tu mano izquierda en el hueco protector que le ofrecen las mías. A veces, simplemente todavía así sucede. Porque, simplemente, así debe ser.)